Por Carmen Perilli

PARA LA GACETA - TUCUMÁN

En la literatura nos encontramos con diversas representaciones de la madre. Una concepción sublime, cuyo arquetipo es María, que la idealiza y eleva por su pureza y abnegación. La otra menos halagadora, vincula la madre con lo siniestro y el poder. En todos los casos la madre aparece como proyección del deseo de los hijos más que de la realidad.

María o Malinche las madres carecen de otra historia que la que narran a los hijos. Una de las imágenes más fuertes es Doña Paula, incansable tejedora junto a su higuera. En oposición, la salvaje Doña Bárbara de Rómulo Gallegos renuncia a su condición maternal para conservar su poder sobre los hombres. Maternidad y sexo aparecen reñidos.

Me interesa recorrer algunas figuras en la poesía masculina del siglo XX donde se reitera la idealización vinculando la madre con la naturaleza y la tierra, dotándola de contornos celestiales. Un relato elegíaco en el horizonte de la pérdida y la muerte. Pienso en Olegario V. Andrade: “Llama siempre a tu madre cuando sufras / que vendrá muerta o viva” . Y la sacrificada no se permite ni el descanso en la muerte.

Cercanos están los mitos de “madres” de nuestros grandes poetas. Pablo Neruda canta a la dulce y verde Mamadre: “la bondad vestida de pobre trapo oscuro / la santidad más útil: / La del agua y la harina / la vida te hizo pan / y allí te consumimos”. Más adelante relata “Se fue, cumplida, oscura, / al pequeño ataúd / donde por primera vez estuvo ociosa / bajo la dura lluvia de Temuco”. El quehacer vinculado a la bondad y la postergación.

Con pudor, Jorge Luis Borges nos dice que sus obras completas son un largo diálogo con Leonor Acevedo: “Aquí estamos hablando los dos, et tout le rest est litterature”. Después de la muerte de la madre escribe:”El hijo viejo, el hombre sin historia, / El huérfano que pudo ser el muerto / agota en vano el caserón desierto, (Fue de los dos y hoy es de la memoria. Es de los dos)”.

Pocos han cantado a la madre como Jaime Sabines en Maltiempo “Es muy raro también que yo tuviese una madre. A veces pienso que la soñé demasiado, la soñé tanto, que la hice. Casi todas las madres son criaturas de nuestros sueños”.

Este breve recorrido es sólo una aproximación a ese ser ideal erigido por la poesía masculina. Alejada de la historia y el cuerpo, transformada en divinidad, vinculada siempre al adentro. Una criatura que, con seguridad, sufre muchos cambios en la narrativa y en literatura actual.

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Carmen Perilli - Profesora de Letras y escritora.